La Confederación de Cámaras Empresariales y el Empresario

En el año 2016 comenzó a tomar forma lo que hoy es una sólida agremiación, la Confederación de Cámaras Empresariales (CEE), al influjo de empresarios visionarios y con el afán de conjuntar esfuerzos en búsqueda de causas comunes.

Diego Balestra y Gerardo García Pintos tomaron la posta en aquel momento, seguramente colaboró alguien más, pero los citados fueron visitando gremial por gremial para explicar el objetivo que querían trazar, en pos de velar por los intereses del empresario.

Hoy es una realidad que, si bien debe ir consolidándose día a día, como todas las cosas, nadie duda de su perpetuidad y presencia en la vida nacional.

Agremiación netamente apolítica, sin prédica religiosa alguna, que busca fortalecer la figura del empresario apuntalando o sugiriendo reformas estructurales que necesita nuestro país de cara a un mundo competitivo y que no nos va a esperar.

En el caso específico del actual gobierno, la CEE se ha expresado a favor de determinadas iniciativas como la reforma educativa o la reforma jubilatoria, con lógicos matices pero también muestra disensos como el atraso cambiario, la no consideración del vínculo bilateral en los consejos de salarios (el gobierno no envió dicho punto en el proyecto de ley, pese a que la OIT lo recomienda), o la propuesta de realizar un Plan Director para los temas de infraestructura donde algunos puntos lucen rezagados.

En buen romance, no hay “casamiento” con ningún partido político y en la cotidianeidad de la vida empresarial se ponen los temas encima de la mesa y se opina.

Temas como las dos reformas anteriormente mencionadas, abatir el gasto público (Perogrullo dixit), flexibilidad laboral, reforma del Estado, facilitar la gestión para inversores, son algunos de los asuntos que están en la agenda de la CEE.

El empresario es aquella persona que arriesga su dinero, su tiempo y esfuerzo para construir y poner en marcha una unidad de producción de bienes o servicios que responda a las necesidades de la sociedad y que obviamente, le reditúe.

El empresario invierte y da empleo a sus compatriotas. Vaya si lo hace el promotor privado con un riesgo adicional: su emprendimiento inmobiliario, desde que lo piensa hasta que lo concluye puede llevar un lustro y en el ínterin, los avatares de la economía nacional, regional y mundial pueden constituirse en un verdadero acertijo.

En el empresario de hoy y la CEE da testimonio de ello, predomina que la acción empresaria responda a un espíritu innovador y exhiba una marcada voluntad de contribuir al progreso y al desarrollo general de la comunidad.

La Responsabilidad Social Empresarial, como un compromiso integral de una empresa o de una gremial, de contribuir al desarrollo y bienestar de la calidad de vida de los empleados, sus familias y la comunidad, ligado a valores éticos y al respeto por la dignidad humana, ha impregnado fuertemente en nuestra cultura empresarial, como forma de contribución a las mejores tradiciones de nuestro país.

Los directivos de una empresa deben servir a todas las partes interesadas de la misma.

Es buena cosa destacar un aspecto ético insoslayable: nuestro país cuenta con empresarios conscientes del valor de su independencia frente a presiones políticas mezquinas.

Hay que terminar con esa absurda cantinela que prejuzga con desdén al empresario “poderoso” y con decoro a su contraparte “sojuzgada”, en una adjetivación que además de lineal, es falaz.

En nuestra industria de la construcción, el diálogo es una herramienta que da lugar a duras tenidas, pero que culminan con un documento que plasma voluntades consensuadas.

La CEE inició el camino y el mismo se viene consolidando. Lo esencial es lo que vieron sus precursores: el movimiento, romper la marcha y lanzar los pendones al viento: la batalla final la dará el tiempo, secundado por las circunstancias o en lucha con ellas.

Aníbal Durán

         

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La Confederación de Cámaras Empresariales y el Empresario

En el año 2016 comenzó a tomar forma lo que hoy es una sólida agremiación, la Confederación de Cámaras Empresariales (CEE), al influjo de empresarios visionarios y con el afán de conjuntar esfuerzos en búsqueda de causas comunes.

Diego Balestra y Gerardo García Pintos tomaron la posta en aquel momento, seguramente colaboró alguien más, pero los citados fueron visitando gremial por gremial para explicar el objetivo que querían trazar, en pos de velar por los intereses del empresario.

Hoy es una realidad que, si bien debe ir consolidándose día a día, como todas las cosas, nadie duda de su perpetuidad y presencia en la vida nacional.

Agremiación netamente apolítica, sin prédica religiosa alguna, que busca fortalecer la figura del empresario apuntalando o sugiriendo reformas estructurales que necesita nuestro país de cara a un mundo competitivo y que no nos va a esperar.

En el caso específico del actual gobierno, la CEE se ha expresado a favor de determinadas iniciativas como la reforma educativa o la reforma jubilatoria, con lógicos matices pero también muestra disensos como el atraso cambiario, la no consideración del vínculo bilateral en los consejos de salarios (el gobierno no envió dicho punto en el proyecto de ley, pese a que la OIT lo recomienda), o la propuesta de realizar un Plan Director para los temas de infraestructura donde algunos puntos lucen rezagados.

En buen romance, no hay “casamiento” con ningún partido político y en la cotidianeidad de la vida empresarial se ponen los temas encima de la mesa y se opina.

Temas como las dos reformas anteriormente mencionadas, abatir el gasto público (Perogrullo dixit), flexibilidad laboral, reforma del Estado, facilitar la gestión para inversores, son algunos de los asuntos que están en la agenda de la CEE.

El empresario es aquella persona que arriesga su dinero, su tiempo y esfuerzo para construir y poner en marcha una unidad de producción de bienes o servicios que responda a las necesidades de la sociedad y que obviamente, le reditúe.

El empresario invierte y da empleo a sus compatriotas. Vaya si lo hace el promotor privado con un riesgo adicional: su emprendimiento inmobiliario, desde que lo piensa hasta que lo concluye puede llevar un lustro y en el ínterin, los avatares de la economía nacional, regional y mundial pueden constituirse en un verdadero acertijo.

En el empresario de hoy y la CEE da testimonio de ello, predomina que la acción empresaria responda a un espíritu innovador y exhiba una marcada voluntad de contribuir al progreso y al desarrollo general de la comunidad.

La Responsabilidad Social Empresarial, como un compromiso integral de una empresa o de una gremial, de contribuir al desarrollo y bienestar de la calidad de vida de los empleados, sus familias y la comunidad, ligado a valores éticos y al respeto por la dignidad humana, ha impregnado fuertemente en nuestra cultura empresarial, como forma de contribución a las mejores tradiciones de nuestro país.

Los directivos de una empresa deben servir a todas las partes interesadas de la misma.

Es buena cosa destacar un aspecto ético insoslayable: nuestro país cuenta con empresarios conscientes del valor de su independencia frente a presiones políticas mezquinas.

Hay que terminar con esa absurda cantinela que prejuzga con desdén al empresario “poderoso” y con decoro a su contraparte “sojuzgada”, en una adjetivación que además de lineal, es falaz.

En nuestra industria de la construcción, el diálogo es una herramienta que da lugar a duras tenidas, pero que culminan con un documento que plasma voluntades consensuadas.

La CEE inició el camino y el mismo se viene consolidando. Lo esencial es lo que vieron sus precursores: el movimiento, romper la marcha y lanzar los pendones al viento: la batalla final la dará el tiempo, secundado por las circunstancias o en lucha con ellas.

Aníbal Durán

         

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