Ya corriendo el año electoral, es buena cosa compartir con los precandidatos y después de junio, candidatos, algunas ideas fuerza que quiere plantear la gremial, sustancialmente en vivienda.
No será momento de adelantar nada en esta literatura, porque está en proceso de formación un documento que se les entregará y que obviamente conocerán nuestros asociados de primera mano. Y ni que hablar que también nos nutriremos con aportes que nos quieran realizar.
Pero queremos generar un concepto que nos parece relevante, sobre todo en estas épocas turbulentas, donde todo se cuestiona, la corrupción gana terreno y parecemos parados sobre cimientos endebles.
Nos referimos a la confianza. Al margen de las bondades constructivas de los promotores, que no me compete aquilatar y los diseños de los proyectos que también son opinables, el promotor aquí asociado (y por qué no, el no asociado), aporta una cuota de credibilidad en el negocio que no se puede menoscabar.
Una vez aceptadas las condiciones del negocio, que serán o no rebatidas, lo cierto es que documentado un boleto de reserva (que denota el consenso), o tal vez un compromiso de compraventa, ese potencial propietario de la unidad puede ganar en tranquilidad. Tranquilidad en cuanto a que está pagando un precio razonable que se compadece con los fundamentos del propio mercado inmobiliario (esto es, el ingreso de las familias en términos reales, la disponibilidad del mercado hipotecario, que se ha reactivado, la situación del mercado laboral, no tan auspicioso y un tema emocional: el optimismo de los consumidores).
Pero además de ello la construcción se hará en consonancia con el proyecto, no se sucederán imprevistos al menos de consideración (y si así fuera se dará cuenta a los usuarios), sin perjuicio de que lo que comienza, ese edificio, esa casa, tendrá su final fáctico (el proyecto será tangible) y además jurídico. Nada queda librado al azar y dicho inmueble en su momento se escriturará (también de acuerdo a la ley de Propiedad Horizontal que lo rija) y se podrá comercializar sin problema alguno.
Y una vez entregado el inmueble el promotor no se desinteresa de la suerte del mismo; se suceden, muchas veces pasa (estamos hablando de una construcción sustancialmente artesanal), que se producen pequeños inconvenientes en algún sector que pueda tener que ver con electricidad, sanitaria, pintura y se montará un servicio post entrega, que adoptará los recaudos del caso para subsanar el inconveniente.
Claro está, el promotor debería entregar un manual del buen uso por parte del propietario del inmueble, porque las cosas requieren mantenimiento y muchas veces un acto de desidia de aquel, suscita un problema con el promotor-constructor que no debería pasar.
El eslogan debería decir: en URUGUAY compra calidad pero compra confianza y ésta es un insumo que se cotiza cada vez con más firmeza, producto como decíamos de la pérdida de integridad y de las buenas costumbres.
Damos fe de lo que decimos y no nos duelen prendas, suscribirlo.
Aníbal Durán
Ya corriendo el año electoral, es buena cosa compartir con los precandidatos y después de junio, candidatos, algunas ideas fuerza que quiere plantear la gremial, sustancialmente en vivienda.
No será momento de adelantar nada en esta literatura, porque está en proceso de formación un documento que se les entregará y que obviamente conocerán nuestros asociados de primera mano. Y ni que hablar que también nos nutriremos con aportes que nos quieran realizar.
Pero queremos generar un concepto que nos parece relevante, sobre todo en estas épocas turbulentas, donde todo se cuestiona, la corrupción gana terreno y parecemos parados sobre cimientos endebles.
Nos referimos a la confianza. Al margen de las bondades constructivas de los promotores, que no me compete aquilatar y los diseños de los proyectos que también son opinables, el promotor aquí asociado (y por qué no, el no asociado), aporta una cuota de credibilidad en el negocio que no se puede menoscabar.
Una vez aceptadas las condiciones del negocio, que serán o no rebatidas, lo cierto es que documentado un boleto de reserva (que denota el consenso), o tal vez un compromiso de compraventa, ese potencial propietario de la unidad puede ganar en tranquilidad. Tranquilidad en cuanto a que está pagando un precio razonable que se compadece con los fundamentos del propio mercado inmobiliario (esto es, el ingreso de las familias en términos reales, la disponibilidad del mercado hipotecario, que se ha reactivado, la situación del mercado laboral, no tan auspicioso y un tema emocional: el optimismo de los consumidores).
Pero además de ello la construcción se hará en consonancia con el proyecto, no se sucederán imprevistos al menos de consideración (y si así fuera se dará cuenta a los usuarios), sin perjuicio de que lo que comienza, ese edificio, esa casa, tendrá su final fáctico (el proyecto será tangible) y además jurídico. Nada queda librado al azar y dicho inmueble en su momento se escriturará (también de acuerdo a la ley de Propiedad Horizontal que lo rija) y se podrá comercializar sin problema alguno.
Y una vez entregado el inmueble el promotor no se desinteresa de la suerte del mismo; se suceden, muchas veces pasa (estamos hablando de una construcción sustancialmente artesanal), que se producen pequeños inconvenientes en algún sector que pueda tener que ver con electricidad, sanitaria, pintura y se montará un servicio post entrega, que adoptará los recaudos del caso para subsanar el inconveniente.
Claro está, el promotor debería entregar un manual del buen uso por parte del propietario del inmueble, porque las cosas requieren mantenimiento y muchas veces un acto de desidia de aquel, suscita un problema con el promotor-constructor que no debería pasar.
El eslogan debería decir: en URUGUAY compra calidad pero compra confianza y ésta es un insumo que se cotiza cada vez con más firmeza, producto como decíamos de la pérdida de integridad y de las buenas costumbres.
Damos fe de lo que decimos y no nos duelen prendas, suscribirlo.
Aníbal Durán