¿Salarios altos o baja productividad?

Hemos abordado el tema de la productividad en varios artículos, en distintas publicaciones. Lo hacemos no desde la idoneidad que tenemos del mismo, sino por la inquietud que nos despierta habida cuenta del “atraso” que padecemos en la materia.

Nos consta que la CCU lo viene abordando, con el debido asesoramiento y profesionalismo.

El  Cr. Enrique Iglesias advirtió dos temas esenciales que tenemos que abordar a la brevedad: educación (es ocioso abundar) y productividad. Y ninguno de los dos se aborda ni con coraje ni con decisión.

En la industria de la construcción el tema es motivo de debate permanente y de análisis consecuente.

Un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo dice,  que el bajo crecimiento de la productividad es la raíz del deficiente crecimiento económico de América Latina y que el logro de una productividad más alta debe ubicarse en el epicentro del debate económico actual. En esta década de bonanza, hasta el 2014, se ha crecido pero no por la productividad.

En los últimos 50 años América Latina y nuestro país particularmente, han hecho caso omiso a la productividad, motor del crecimiento económico. Si bien la tasa de acumulación de factores de producción de estos países (maquinaria, infraestructura) dista mucho de la que muestran los países desarrollados y las economías asiáticas de rápido crecimiento, las principales diferencias de desempeño entre países exitosos y aquellos menos exitosos, parecen estar esencialmente en las diferencias de productividad.

La productividad de un factor productivo es la cantidad de bienes o servicios que se obtiene por unidad utilizada de ese factor. Por ejemplo, la productividad del trabajo es la cantidad de bienes y servicios obtenidos por hora de trabajo utilizado; la productividad del capital, es la cantidad de bienes y servicios obtenida por cada hora de servicios del capital  utilizada.

La baja productividad suele ser el resultado no intencionado de una gran cantidad de fallas del mercado y del Estado que distorsionan los incentivos para innovar, impiden la expansión de compañías eficientes y promueven la supervivencia y el crecimiento de empresas ineficientes.

Como recomienda el BID, hay que hacer de la productividad un tema central del discurso público, como lo son el crecimiento, la inflación o la competitividad. El crecimiento de la productividad depende de que los ciudadanos y los formadores de opinión le exijan al sistema político políticas adecuadas.

Seguramente en nuestro sector (y en cualquier otro), el problema no estriba sustancialmente en el salario alto. Además cuando decimos alto, tenemos que preguntarnos ¿respecto a qué? En materia económica importan los términos relativos y no los absolutos. La pregunta determinante parece ser: cuántas horas hombre y cuántas unidades de capital insume elaborar una unidad de determinado bien o servicio. Es decir: si para construir un edificio en un país se emplean 100 horas hombre y en otro país, 50 horas hombre, es notorio que la remuneración en el segundo puede ser 100% superior sin alterar la rentabilidad global de la empresa.

El problema de fondo radica en que los norteamericanos o europeos producen entre 3 y 4 veces más bienes por hora trabajada que nosotros y que además con cada dólar que ganan compran aproximadamente 1.5 veces más bienes y servicios que nosotros.

Téngase en cuenta además que cuando decimos productividad no nos referimos solamente a la mano de obra; se puede ser más productivo desde el diseño de un proyecto arquitectónico, por ejemplo.

En definitiva la productividad es una actitud mental, buscando mejorar en forma sostenida todo lo que existe, con la convicción de que se pueden hacer las cosas mejor para superar (siempre) logros del pasado. No encarar el tema es hipotecar el futuro.

Aníbal Durán

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¿Salarios altos o baja productividad?

Hemos abordado el tema de la productividad en varios artículos, en distintas publicaciones. Lo hacemos no desde la idoneidad que tenemos del mismo, sino por la inquietud que nos despierta habida cuenta del “atraso” que padecemos en la materia.

Nos consta que la CCU lo viene abordando, con el debido asesoramiento y profesionalismo.

El  Cr. Enrique Iglesias advirtió dos temas esenciales que tenemos que abordar a la brevedad: educación (es ocioso abundar) y productividad. Y ninguno de los dos se aborda ni con coraje ni con decisión.

En la industria de la construcción el tema es motivo de debate permanente y de análisis consecuente.

Un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo dice,  que el bajo crecimiento de la productividad es la raíz del deficiente crecimiento económico de América Latina y que el logro de una productividad más alta debe ubicarse en el epicentro del debate económico actual. En esta década de bonanza, hasta el 2014, se ha crecido pero no por la productividad.

En los últimos 50 años América Latina y nuestro país particularmente, han hecho caso omiso a la productividad, motor del crecimiento económico. Si bien la tasa de acumulación de factores de producción de estos países (maquinaria, infraestructura) dista mucho de la que muestran los países desarrollados y las economías asiáticas de rápido crecimiento, las principales diferencias de desempeño entre países exitosos y aquellos menos exitosos, parecen estar esencialmente en las diferencias de productividad.

La productividad de un factor productivo es la cantidad de bienes o servicios que se obtiene por unidad utilizada de ese factor. Por ejemplo, la productividad del trabajo es la cantidad de bienes y servicios obtenidos por hora de trabajo utilizado; la productividad del capital, es la cantidad de bienes y servicios obtenida por cada hora de servicios del capital  utilizada.

La baja productividad suele ser el resultado no intencionado de una gran cantidad de fallas del mercado y del Estado que distorsionan los incentivos para innovar, impiden la expansión de compañías eficientes y promueven la supervivencia y el crecimiento de empresas ineficientes.

Como recomienda el BID, hay que hacer de la productividad un tema central del discurso público, como lo son el crecimiento, la inflación o la competitividad. El crecimiento de la productividad depende de que los ciudadanos y los formadores de opinión le exijan al sistema político políticas adecuadas.

Seguramente en nuestro sector (y en cualquier otro), el problema no estriba sustancialmente en el salario alto. Además cuando decimos alto, tenemos que preguntarnos ¿respecto a qué? En materia económica importan los términos relativos y no los absolutos. La pregunta determinante parece ser: cuántas horas hombre y cuántas unidades de capital insume elaborar una unidad de determinado bien o servicio. Es decir: si para construir un edificio en un país se emplean 100 horas hombre y en otro país, 50 horas hombre, es notorio que la remuneración en el segundo puede ser 100% superior sin alterar la rentabilidad global de la empresa.

El problema de fondo radica en que los norteamericanos o europeos producen entre 3 y 4 veces más bienes por hora trabajada que nosotros y que además con cada dólar que ganan compran aproximadamente 1.5 veces más bienes y servicios que nosotros.

Téngase en cuenta además que cuando decimos productividad no nos referimos solamente a la mano de obra; se puede ser más productivo desde el diseño de un proyecto arquitectónico, por ejemplo.

En definitiva la productividad es una actitud mental, buscando mejorar en forma sostenida todo lo que existe, con la convicción de que se pueden hacer las cosas mejor para superar (siempre) logros del pasado. No encarar el tema es hipotecar el futuro.

Aníbal Durán

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