La lluvia, la vivienda y sus implicancias

Nosotros la gran mayoría, cuando llueve corremos para guarecernos y en lo posible, rumbeamos para nuestros hogares. Otros cuando sucede ese factor climático, abandonan sus casas…

Esta metáfora surge de un informe de EL PAIS de tiempo atrás, luego de una investigación de la ONG Techo y conmueve la fibra más íntima.

El 40% de los hogares constituidos en Asentamientos Irregulares de Montevideo, sufren las consecuencias de las inundaciones y sus precarias casas se transforman en inhabitables. De allí que deben salir.

En épocas de la  Vivienda Promovida antes llamada Social y donde el promotor ha jugado allí un rol medular, que es construir vivienda para la clase media y media baja, aún vivimos estas situaciones que cuando se ponen en el tapete, nos dan un cachetazo a nuestra inercia y nos interpelan como sociedad.

Ya un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y que he traído a colación en más de una oportunidad, nos alerta sobre este tipo de situaciones no solamente en nuestro país, sino en América Latina (a esta región está dedicado el citado informe).

Agrega EL PAIS, que el déficit no solo es habitacional sino además, de acceso a los servicios urbanos.

Además el 39% de los hogares relevados en asentamientos  en la capital vive una situación de hacinamiento crítico, lo que significa que hay más de 5 personas por habitación en la vivienda.

Según la Encuesta Continua de Hogares de 2016, el promedio de hacinamiento a nivel nacional es de 9.5%, lo que evidencia desigualdad con el resto del país.

También puede interesarte: Capacitar para desarrollarnos

Recuerdo haber contado una anécdota referida al Asentamiento Acosta y Lara en Carrasco Norte, donde visité una precaria vivienda. Allí vivían una madre sola con cinco hijos de disímiles edades y me hacía hincapié dicha señora, que dos de esos cinco hijos tienen  marcada vocación por estudiar y concurrir a la escuela, pero el hacinamiento y la falta de luz adecuada, entorpecían dicha estimulante propensión a mejorar. Es dramático, pero es parte de la realidad.

Agrega el informe que en dicha precaria situación, repercuten la mala calidad del descanso y el sueño. El efecto dominó es cantado: si alguien trabaja o estudia ,repercutirá sobre su actividad la dificultosa noche anterior.

Asimismo el 8.5% de los hogares relevados, tiene piso de tierra; dichos asentamientos no  acceden a la red general de saneamiento y el 21% de los hogares posee un sistema de desague de aguas servidas a cielo abierto, lo que repercute en la contaminación de todo el entorno habitacional de miles de personas.

En Méjico se impuso PISO FIRME, sustituir los pisos de tierra por cemento y eso mejoró la vida de sus habitantes, a un costo de USA 150 por vivienda.

El hacinamiento aumenta la posibilidad de que las enfermedades contagiosas se transmitan dentro del hogar cuando uno de sus miembros se enferma. La falta de servicios imprescindibles dificultan el proceso de obtener agua potable, preparar y almacenar alimentos de manera segura y mantener una buena higiene personal, todo lo cual compromete la salud de quienes habitan en una vivienda en esas condiciones.

Hay que empezar con pequeñas acciones, pero hay que empezar. Este estrato de población atañe al gobierno, pero los privados no podemos permanecer ajenos a tanta vulnerabilidad y además con ayuda de aquél, podríamos involucrarnos. El tema tendrá que estar en alguna agenda de gobierno (el informe citado dice que más de 165000 personas están expuestos a las situaciones narradas).

Tal vez el piso de cemento sea una buena idea; no vamos al fondo del asunto, pero es un paso hacia una vida que debe vivirse con un mínimo de dignidad. Hoy no acontece y el futuro gobierno deberá tomar nota.

Aníbal Durán

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La lluvia, la vivienda y sus implicancias

Nosotros la gran mayoría, cuando llueve corremos para guarecernos y en lo posible, rumbeamos para nuestros hogares. Otros cuando sucede ese factor climático, abandonan sus casas…

Esta metáfora surge de un informe de EL PAIS de tiempo atrás, luego de una investigación de la ONG Techo y conmueve la fibra más íntima.

El 40% de los hogares constituidos en Asentamientos Irregulares de Montevideo, sufren las consecuencias de las inundaciones y sus precarias casas se transforman en inhabitables. De allí que deben salir.

En épocas de la  Vivienda Promovida antes llamada Social y donde el promotor ha jugado allí un rol medular, que es construir vivienda para la clase media y media baja, aún vivimos estas situaciones que cuando se ponen en el tapete, nos dan un cachetazo a nuestra inercia y nos interpelan como sociedad.

Ya un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y que he traído a colación en más de una oportunidad, nos alerta sobre este tipo de situaciones no solamente en nuestro país, sino en América Latina (a esta región está dedicado el citado informe).

Agrega EL PAIS, que el déficit no solo es habitacional sino además, de acceso a los servicios urbanos.

Además el 39% de los hogares relevados en asentamientos  en la capital vive una situación de hacinamiento crítico, lo que significa que hay más de 5 personas por habitación en la vivienda.

Según la Encuesta Continua de Hogares de 2016, el promedio de hacinamiento a nivel nacional es de 9.5%, lo que evidencia desigualdad con el resto del país.

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Recuerdo haber contado una anécdota referida al Asentamiento Acosta y Lara en Carrasco Norte, donde visité una precaria vivienda. Allí vivían una madre sola con cinco hijos de disímiles edades y me hacía hincapié dicha señora, que dos de esos cinco hijos tienen  marcada vocación por estudiar y concurrir a la escuela, pero el hacinamiento y la falta de luz adecuada, entorpecían dicha estimulante propensión a mejorar. Es dramático, pero es parte de la realidad.

Agrega el informe que en dicha precaria situación, repercuten la mala calidad del descanso y el sueño. El efecto dominó es cantado: si alguien trabaja o estudia ,repercutirá sobre su actividad la dificultosa noche anterior.

Asimismo el 8.5% de los hogares relevados, tiene piso de tierra; dichos asentamientos no  acceden a la red general de saneamiento y el 21% de los hogares posee un sistema de desague de aguas servidas a cielo abierto, lo que repercute en la contaminación de todo el entorno habitacional de miles de personas.

En Méjico se impuso PISO FIRME, sustituir los pisos de tierra por cemento y eso mejoró la vida de sus habitantes, a un costo de USA 150 por vivienda.

El hacinamiento aumenta la posibilidad de que las enfermedades contagiosas se transmitan dentro del hogar cuando uno de sus miembros se enferma. La falta de servicios imprescindibles dificultan el proceso de obtener agua potable, preparar y almacenar alimentos de manera segura y mantener una buena higiene personal, todo lo cual compromete la salud de quienes habitan en una vivienda en esas condiciones.

Hay que empezar con pequeñas acciones, pero hay que empezar. Este estrato de población atañe al gobierno, pero los privados no podemos permanecer ajenos a tanta vulnerabilidad y además con ayuda de aquél, podríamos involucrarnos. El tema tendrá que estar en alguna agenda de gobierno (el informe citado dice que más de 165000 personas están expuestos a las situaciones narradas).

Tal vez el piso de cemento sea una buena idea; no vamos al fondo del asunto, pero es un paso hacia una vida que debe vivirse con un mínimo de dignidad. Hoy no acontece y el futuro gobierno deberá tomar nota.

Aníbal Durán

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