La construcción y el contexto

No somos un grupo de trabajo aislado que vive al margen de los avatares del país. Todo está enrabado  y  toda decisión macroeconómica que se tome, pega en la construcción para bien o para mal. Por eso hace mal el déficit fiscal, la  deuda externa, la inflación, porque en definitiva esos aspectos erosionan la confianza de un país y consecuentemente de sus habitantes, de sus empresarios, de sus obreros. Vaya que el país tiene que ganar en confianza para lograr que en él se invierta.

Los argentinos lo han vivido. La desastrosa gestión del gobierno anterior se sigue pagando y el actual Presidente no logra enderezar el barco y los capitales no llegan. Argentina se ganó el mote de país en problemas, casi que consuetudinariamente. Y eso también nos hace mella.

Lejos estamos nosotros de Argentina en ese sentido, pero tenemos enormes deberes y desafíos por delante.

No quiero ser más recurrente con el tema productividad, pero el próximo gobierno deberá instrumentar una suerte de Instituto de la Productividad para encarar el tema con la seriedad que hasta ahora no ha habido.

Tenemos que abrirnos al mundo con o sin Mercosur. Esa apertura traerá potenciales clientes para nuestro país y seguramente también de vivienda.

Hay que aggiornar la legislación laboral a los tiempos que vivimos. Deberá ser cuestión de Estado por encima de los partidos. Reglamentar la mentada huelga prevista en la Constitución, no permitir las ocupaciones, rémora inexplicable por un decreto inconstitucional, entre tantas perlas.

Nuestra industria viene capacitando gente y se hace a conciencia. Pero la educación a nivel general está en harapos. Nadie viene a invertir con este panorama magro por delante. La revolución educativa se impone, sin dilación.

Ya fue dicho, bajar el déficit  fiscal y la deuda pública, son imperativos de la hora. Achicar el gasto público, insostenible y limitar el carácter procíclico de la política fiscal.

Ignoro si reformar el Estado será posible cuando los mismos funcionarios lo boicotean; pero en otros países se ha hecho y no puede soslayarse el tema. Hoy está vigente que por cada 3 funcionarios que se van, ingresan 2. Lejos de ser especialista, tengo la convicción de que sobran funcionarios públicos en todas sus áreas. Nueva Zelanda supo echar 100 000 en la década del  90, país con similares características al nuestro. Hoy dicho país es desarrollado y de primer mundo.

Desregular trámites burocráticos desalentadores, hacerlo más llano para el inversor, quitarle obstáculos, crear las condiciones para que todo ruede en forma compacta y que el jerarca de turno no esté esperando una llamada para “apurar” algún trámite demorado…

La lista es larga y no se agota en estas pinceladas. Pero la construcción inserta en el país, necesita de un entorno amigable y confiable. Aquí los promotores estás prestos y no claudican en el esfuerzo, sabedores además de que todo proyecto que comienza, tiene su fin (fáctico y jurídico).

 

Ser escuchados y lograr la empatía con el gobierno, son legítimas aspiraciones.

 

Fuente: Aníbal Durán

 

Comentarios

La construcción y el contexto

No somos un grupo de trabajo aislado que vive al margen de los avatares del país. Todo está enrabado  y  toda decisión macroeconómica que se tome, pega en la construcción para bien o para mal. Por eso hace mal el déficit fiscal, la  deuda externa, la inflación, porque en definitiva esos aspectos erosionan la confianza de un país y consecuentemente de sus habitantes, de sus empresarios, de sus obreros. Vaya que el país tiene que ganar en confianza para lograr que en él se invierta.

Los argentinos lo han vivido. La desastrosa gestión del gobierno anterior se sigue pagando y el actual Presidente no logra enderezar el barco y los capitales no llegan. Argentina se ganó el mote de país en problemas, casi que consuetudinariamente. Y eso también nos hace mella.

Lejos estamos nosotros de Argentina en ese sentido, pero tenemos enormes deberes y desafíos por delante.

No quiero ser más recurrente con el tema productividad, pero el próximo gobierno deberá instrumentar una suerte de Instituto de la Productividad para encarar el tema con la seriedad que hasta ahora no ha habido.

Tenemos que abrirnos al mundo con o sin Mercosur. Esa apertura traerá potenciales clientes para nuestro país y seguramente también de vivienda.

Hay que aggiornar la legislación laboral a los tiempos que vivimos. Deberá ser cuestión de Estado por encima de los partidos. Reglamentar la mentada huelga prevista en la Constitución, no permitir las ocupaciones, rémora inexplicable por un decreto inconstitucional, entre tantas perlas.

Nuestra industria viene capacitando gente y se hace a conciencia. Pero la educación a nivel general está en harapos. Nadie viene a invertir con este panorama magro por delante. La revolución educativa se impone, sin dilación.

Ya fue dicho, bajar el déficit  fiscal y la deuda pública, son imperativos de la hora. Achicar el gasto público, insostenible y limitar el carácter procíclico de la política fiscal.

Ignoro si reformar el Estado será posible cuando los mismos funcionarios lo boicotean; pero en otros países se ha hecho y no puede soslayarse el tema. Hoy está vigente que por cada 3 funcionarios que se van, ingresan 2. Lejos de ser especialista, tengo la convicción de que sobran funcionarios públicos en todas sus áreas. Nueva Zelanda supo echar 100 000 en la década del  90, país con similares características al nuestro. Hoy dicho país es desarrollado y de primer mundo.

Desregular trámites burocráticos desalentadores, hacerlo más llano para el inversor, quitarle obstáculos, crear las condiciones para que todo ruede en forma compacta y que el jerarca de turno no esté esperando una llamada para “apurar” algún trámite demorado…

La lista es larga y no se agota en estas pinceladas. Pero la construcción inserta en el país, necesita de un entorno amigable y confiable. Aquí los promotores estás prestos y no claudican en el esfuerzo, sabedores además de que todo proyecto que comienza, tiene su fin (fáctico y jurídico).

 

Ser escuchados y lograr la empatía con el gobierno, son legítimas aspiraciones.

 

Fuente: Aníbal Durán

 

Comentarios
Scroll to top