CONFIANZA, en el promotor y en el negocio

Este mundo de turbulencia y de ánimos intermitentes, nos vuelve a poner en el tapete un aspecto básico que está en el alma del relacionamiento humano (cualquiera éste sea): la confianza.

Tal vez en épocas de vacas gordas, no se mire con estricta minuciosidad este aspecto y por ahí se soslaya más, no dándole la importancia debida.

Es palmario, por ejemplo, como habían perdido la confianza los argentinos en el anterior gobierno de su país y las inversiones domésticas y foráneas, se esfumaron. El actual gobierno, con todos los problemas por resolver, inspira confianza. Eso, al menos, aunque las cosas no están saliendo bien.

Los valores se perciben a través de motivaciones y estímulos por los cuales las sociedades se movilizan. Los objetivos que nos trazamos y como debe ser la búsqueda de los mismos, exteriorizan nuestros valores.

Una gremial y sus asociados ponen en juego y deben hacer primar una actitud de seriedad, de responsabilidad, socialmente compartida, valores que están imbuidos, que constituyen el cerno de una relación comercial y amistosa.

Los promotores compatriotas una vez que iniciaron el proyecto inmobiliario y pese a todas las adversidades que pueden devenir en casi un lustro de gestionar aquél, terminan el citado proyecto y el inversor o consumidor final sabe que eso acontecerá. El edificio verá la luz y luego las unidades se venderán en el pozo, al final o se arrendarán pero nadie pone su dinero en un saco roto. Nadie. Harina de otro costal es si el negocio salió con buenos números o no…

Una nota de La Nación de estos días, dice que solo los ladrillos resistieron los cambios de modelo. Transmite el periodista Javier Blanco del citado matutino argentino, que ni la volátil tasa de interés, ni la apuesta por el dólar fueron tan rentables como los ladrillos…en los últimos 35 años en la Argentina.

El inmueble resiste los embates del tiempo; el inmueble es un bien que queda instalado como un mojón de estabilidad, de statu quo, de apuesta al porvenir. El inmueble es tangible y no está invadido por los humores del mundo financiero y bursátil.

Pero además las tasas siguen por el piso (aunque algo han subido)  y el dólar continúa con su volatilidad ya casi consuetudinaria.

La compra de un inmueble en un período de 20 años es más negocio que una inversión financiera. Además en el decurso de ese tiempo, el inmueble comprado por ejemplo como renta, se alquila teniendo una serie de beneficios adicionales, si se compra bajo el  amparo de la vivienda promovida. Pero también es buen negocio, la promoción tradicional.

Se están vendiendo inmuebles,  además, por confianza en la plaza. Claro está que la actividad se ha ralentizado.

Entonces, estos componentes nos hacen ser por lo menos cautos. Si al buen negocio que en el transcurso del tiempo significa comprar una propiedad, sumamos la buena reputación de nuestros promotores, donde se puede invertir sin balbuceos, esperemos un horizonte tal vez no tan oscuro como en un vistazo inicial puede aparecer. Es un anhelo impostergable que el convenio salarial no tronche las expectativas (seguramente no lo hará de acuerdo a versiones que nos llegan)  y que el gobierno pueda contemplar  reivindicaciones aún pendientes.

Fuente: Aníbal Durán

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CONFIANZA, en el promotor y en el negocio

Este mundo de turbulencia y de ánimos intermitentes, nos vuelve a poner en el tapete un aspecto básico que está en el alma del relacionamiento humano (cualquiera éste sea): la confianza.

Tal vez en épocas de vacas gordas, no se mire con estricta minuciosidad este aspecto y por ahí se soslaya más, no dándole la importancia debida.

Es palmario, por ejemplo, como habían perdido la confianza los argentinos en el anterior gobierno de su país y las inversiones domésticas y foráneas, se esfumaron. El actual gobierno, con todos los problemas por resolver, inspira confianza. Eso, al menos, aunque las cosas no están saliendo bien.

Los valores se perciben a través de motivaciones y estímulos por los cuales las sociedades se movilizan. Los objetivos que nos trazamos y como debe ser la búsqueda de los mismos, exteriorizan nuestros valores.

Una gremial y sus asociados ponen en juego y deben hacer primar una actitud de seriedad, de responsabilidad, socialmente compartida, valores que están imbuidos, que constituyen el cerno de una relación comercial y amistosa.

Los promotores compatriotas una vez que iniciaron el proyecto inmobiliario y pese a todas las adversidades que pueden devenir en casi un lustro de gestionar aquél, terminan el citado proyecto y el inversor o consumidor final sabe que eso acontecerá. El edificio verá la luz y luego las unidades se venderán en el pozo, al final o se arrendarán pero nadie pone su dinero en un saco roto. Nadie. Harina de otro costal es si el negocio salió con buenos números o no…

Una nota de La Nación de estos días, dice que solo los ladrillos resistieron los cambios de modelo. Transmite el periodista Javier Blanco del citado matutino argentino, que ni la volátil tasa de interés, ni la apuesta por el dólar fueron tan rentables como los ladrillos…en los últimos 35 años en la Argentina.

El inmueble resiste los embates del tiempo; el inmueble es un bien que queda instalado como un mojón de estabilidad, de statu quo, de apuesta al porvenir. El inmueble es tangible y no está invadido por los humores del mundo financiero y bursátil.

Pero además las tasas siguen por el piso (aunque algo han subido)  y el dólar continúa con su volatilidad ya casi consuetudinaria.

La compra de un inmueble en un período de 20 años es más negocio que una inversión financiera. Además en el decurso de ese tiempo, el inmueble comprado por ejemplo como renta, se alquila teniendo una serie de beneficios adicionales, si se compra bajo el  amparo de la vivienda promovida. Pero también es buen negocio, la promoción tradicional.

Se están vendiendo inmuebles,  además, por confianza en la plaza. Claro está que la actividad se ha ralentizado.

Entonces, estos componentes nos hacen ser por lo menos cautos. Si al buen negocio que en el transcurso del tiempo significa comprar una propiedad, sumamos la buena reputación de nuestros promotores, donde se puede invertir sin balbuceos, esperemos un horizonte tal vez no tan oscuro como en un vistazo inicial puede aparecer. Es un anhelo impostergable que el convenio salarial no tronche las expectativas (seguramente no lo hará de acuerdo a versiones que nos llegan)  y que el gobierno pueda contemplar  reivindicaciones aún pendientes.

Fuente: Aníbal Durán

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